Abonos orgánicos

La técnica de este mes nos hace replantear la sostenibilidad de los sistemas de agricultura modernos basados en monocultivos intensivos, semillas mejoradas genéticamente y el exceso de uso de productos químicos, todas estas formas comprometen la seguridad alimentaria en el largo plazo. La necesidad de virar hacia nuevos rumbos en la producción de nuestros alimentos (o rescatar prácticas ancestrales en desuso) es un pilar para el movimiento agroecológico que posee una mirada integral del ecosistema, incluyendo el entorno social, para generar sistemas agrícolas sostenibles. En este contexto, los abonos orgánicos responden a la necesidad de reemplazar los agroquímicos para mejorar las características físicas, químicas y biológicas del suelo. Los abonos orgánicos son residuos de origen animal y vegetal de los que las plantas pueden obtener importantes cantidades de nutrientes y son imprescindibles para aumentar la fertilidad del suelo; se mezclan con la tierra y favorecen la retención de agua en caso de suelos arenosos y airean los suelos que tienden a ser más arcillosos.

Los abonos orgánicos tienen propiedades esenciales que generan rendimientos elevados y sustentables en el tiempo: mejoran la estructura, textura y permeabilidad del suelo, disminuyen su erosión y aumentan la retención de agua; reducen oscilaciones del PH, favorecen la oxigenación del suelo y constituyen una fuente de energía para los microorganismos. Hay muchos tipos de abonos orgánicos: los mismos pueden utilizarse en grandes parcelas rurales o en huertos urbanos. Algunos tipos son el compost (mezcla de restos orgánicos, mineral como hojas secas, papel, y una cantidad de agua), el humus de lombriz (compost obtenido con la ayuda del proceso digestivo de las lombrices), las cenizas, el abono verde (sembrar plantas como leguminosas ricas en nitrógeno), el estiércol de animales, entre otros.

* Imagen: técnica llamada Círculo de Guineo, utilizada para la creación de compost.